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jueves, 13 de octubre de 2011

+ ÉL

Bésame:
Es la primera vez que salgo con ... y vamos caminando por una calle solitaria tomados de la mano. Cae una llovizna tenaz, que se nos mete por los poros de la piel hasta alcanzar los huesos. A ..., se le ha puesto roja la punta de la nariz y parece iluminarle el rostro; comienza a tiritar y sus labios delgados y antojables tiemblan ligeramente. Bajo la luz neón del alumbrado, la miro tan bonita como se ve ahora, que se me antoja besarla; pero no me atrevo a robarle el beso, no quiero saber si su reacción será de agrado o de disgusto, me dolería mucho si terminara enojándose.
Vamos caminando despacio; a pesar del agua que cae, la observo un poco de reojo para corroborar si se encuentra contenta; parece adivinarme el pensamiento porque dice: “he pasado una tarde muy agradable”. Quiero creerle. Su cercanía me turba y el deseo de besarla en los labios se hace más fuerte, casi insoportable. Me animo a hablar, a pedirle la gracia de un beso: “¿Puedo pedirte algo, ...?...¿Me dejas darte un beso?...Me mira sorprendida y sus ojos buscan respuestas dentro de los míos. Tiene unos ojos color de miel, preciosos, y me pierdo en ellos mientras espero su respuesta. “Sí”, me dice, “puedes besarme”.
Nos detenemos un momento y me paro frente a ella tomándola un poco por los hombros, mientras acerco mi rostro lentamente al suyo, para disfrutar del tan ansiado beso. No me detengo más; con suavidad, con ternura, rozo levemente sus labios con los míos y luego, haciendo un poco de presión, bebo de sus labios. Están fríos y tiemblan todavía; pero el sabor que poseen es como el de una ciruela dulce y fresca a la vez. Me demoro en el contacto, degustando el sabor de aquella boca tan deseada, tan anhelada.
Me resisto a separarme del contacto de su boca; Santa María parece contenta, responde con suavidad al movimiento de mi boca, mientras nuestros alientos y salivas, se mezclan en ese beso lúdico, sensual, que me “enchina” el cuerpo hasta la médula.
Finalmente suelto sus labios y medito un momento. Besarla ha sido una experiencia única. No me arrepiento de habérselo pedido. Ahora quiero más. Después de besar aquel manjar que tiene por boca, quisiera probarlo de nuevo.
Reemprendemos el paseo bajo la fina lluvia que cae. La tomo de nuevo de la mano y continuamos caminando. Llueve, hace frío; pero mi corazón está tibio; no sólo por el regalo de aquel beso recibido, sino por la sonrisa pícara, que campea en los labios de ....

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